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Velo y Desvelo

Museo Tecnológico del Vidrio

Velar / Desvelar

Jose María Parreño

 

Las bellas e imponentes lámparas que han salido de los talleres de la Real Fábrica de Cristales, conocidas popularmente como arañas, son la inspiración de esta exposición. Sirviéndose de esas arañas de cristal, Raque Bartolomé ha tejido la relación entre dos asuntos aparentemente muy distintos: Las Hilanderas, el célebre cuadro de Velázquez, y la llamada “seda de vidrio”, un material que se producía también en esta Fábrica.

Y en medio, la araña, Aracne, a la que debemos presentar. Según la mitología grecorromana, Aracne era una joven tejedora tan extraordinaria, que desafió a la misma Atenea, la diosa del saber y la artesanía, para ver quién realizaba el tapiz más bello. Y, en efecto, Aracne tejió un tapiz maravilloso. Pero su tema era también un desafío, porque representaba veintidós episodios de las infidelidades de los dioses, capaces de cualquier engaño para satisfacer sus deseos. Atenea, en quien prevalecía la condición divina sobre la femenina, se enfureció al ver cómo una mortal se atrevía a criticar a sus compañeros. Con su lanzadera rasgó violentamente el tapiz y golpeó a la joven en la cabeza. Acto seguido, pronuncio esta maldición: “Vive pues, pero cuelga para la posteridad”. Entonces, la cabeza de Aracne se redujo, cayeron su cabello, su nariz y sus orejas, sus dedos se juntaron, aumentó su vientre y se encontró pendiendo de un hilo y condenada a tejer por los siglos de los siglos.

 

Velázquez, en su cuadro, traslada esta fábula a una escena cotidiana. En primer término vemos a unas mujeres hilando. En el segundo, el tapiz en que Aracne representó el rapto de la doncella Europa por el dios Zeus (según copia de un cuadro de Tiziano, al que tanto admiraba Velázquez). Ante él vemos a la diosa Atenea, que armada con su yelmo, alza una lanza o una lanzadera, como si estuviera a punto de golpear a la insolente tejedora. Mucho se ha especulado sobre el significado del cuadro, pero los especialistas están finalmente de acuerdo en que Velázquez quiso expresar así la supremacía del arte sobre la artesanía, reivindicando su propia condición y la categoría intelectual de la pintura frente a la mera habilidad manual del trabajo textil.

 

Pero decíamos que las arañas de cristal que cuelgan de estos techos conectan este cuadro con otro asunto, mucho más cercano a nosotros. Y es que entre 1941 y 1960, la Real Fábrica produjo un material, la llamada seda de vidrio, utilizado como aislante. Consistía en un hilo finísimo (no más de veinte milésimas de milímetro de grosor) al que llamaban Velo, una madeja que las trabajadoras manejaban para convertirlo en un material holgado y homogéneo que luego se consolidaba en un baño de cola y se secaba en un horno. Como si se tratase de modernas tejedoras, las operarias eran exclusivamente mujeres (y solteras, para asegurar su continuidad laboral). Por su tamaño y levedad, este material irritaba dolorosamente los ojos y las manos, se absorbía por las vías respiratorias y producía finalmente problemas de salud. La importante producción de seda de vidrio en la Real Fábrica es una manufactura mucho menos conocida y prestigiosa que la de espejos, lámparas o la rica vajilla. Sin embargo, fue la principal producción durante buena parte del siglo XX.

 

Raquel Bartolomé, una artista contemporánea nacida en esta tierra, ha creado una relación poética entre las lámparas-arañas y el hilo de vidrio. Rinde así homenaje al trabajo de tantas mujeres de estos pueblos, que dedicaron su esfuerzo y arriesgaron su salud para ganarse el sustento. Tejedoras de vidrio, no salieron de sus manos ricos tapices ni escenas mitológicas, sino un humilde ma